República 550
Me avisan que el desalojo es inminente. Me abrigo con un poncho que compré una vez en la feria de los ciegos de la calle Tenderini. Tomo mi cámara en su estuche y parto raudo a registrar el hecho. La Avenida República se ve más linda que nunca, sin autos, sin gente. Las luces de las farolas iluminan las casonas de aquellos tiempos de los enriquecidos en la plata. Llego. A través de vidrios rotos en altas ventanas de roble, logro escuchar el tango tímido de Gabriela. Aún están ahí, los residentes invisibles de la urbe.
(Cuento seleccionado entre los 100 mejores de Santiago en 100 palabras, versión IV (2007-2008, firmadocomo Hugo Muñoz)