Es una responsabilidad mayor hablar "desde la perspectiva de los pueblos". Ese es el título que pusieron a mi intervención. Yo no sé si realmente puedo entregar la perspectiva de los pueblos. La palabra Pueblo es muy grande. Creer que uno tiene esa perspectiva es, creo yo, un tanto descomedido. De cualquier forma, como dijo Silvio Rodríguez, en Chile, en aquel concierto memorable en 1989, "es una gran responsabilidad hablar a nombre de un pueblo..." y yo no quiero cometer una irresponsabilidad.

Yo puedo intentar hablar desde mi perspectiva, que es una perspectiva en que confluyen, por un lado, todo el latinoamericanismo de las gestas de la primera independencia, esa que nos habla del sueño bolivariano... de San Martín, O´Higgins, pero ese O´Higgins Gran Mariscal de Perú, General de Brigada del Ejército de Colombia y General de Argentina; esa que nos enseñan Sandino, Martí, Mariátegui, por cierto Bolívar, y tantos otros revolucionarios.

Una perspectiva que está formada por un reconocimiento en la larga tradición de lucha política durante el siglo XX, esa que nos habla de Recabarren y su internacionalismo, las luchas del movimiento obrero y su ascenso, que logran su expresión máxima en conciencia y victorias, con la figura de nuestro Allende Latinoamericanista y su partido socialista que tiene como símbolo a la América Latina y el hacha del pueblo originario...

Es la perspectiva latinoamericanista de Fidel, del pueblo de Cuba, que durante tantas décadas nos han dado una lección de resistencia y convicción. Es la perspectiva que entrego Che, imborrable, trascendente, incomparable.

Una perspectiva que recoge el legado la Junta Coordinadora Revolucionaria promovida por Miguel Enríquez, del MIR chileno, junto a un conjunto de organizaciones revolucionarias de América latina, que fuera formada finalmente en noviembre de 1974. cuyos revolucionarios fueron posteriormente masacrados durante los años 70 por la doctrina de la seguridad nacional y su estrategia de contrainsurgencia aplicada por esas dictaduras sangrientas y genocidas,

Una perspectiva que se nutre de esa Guerra Patriótica Nacional, de Tamara y José Miguel. De la subversión de Marco Ariel Antonioletti, de la Guerra Popular Prolongada de los Vergara Toledo, de la Sublevación Nacional de Gladis.

Y es una perspectiva formada por una ideología que está impregnada en cada pueblo, en cada calle de nuestras ciudades y barrios. En los libros del colegio. Una ideología que vive en el alma del pueblo.

Mi perspectiva, es también una que adquiero día a día, trabajando con mis compañeros bolivarianos de la Red, que con una energía inagotable, han abrazado esta causa, promoviendo las ideas que estamos poniendo en moviendo hoy, acá. La que vamos articulando leyendo y escuchando al presidente Chávez, una persona que los medios de comunicación chilenos se han encargado de deslegitimar, disminuyendo su verdadera estatura.

Pero hay que decir que esto también ha sido un proceso. La idea de retomar el bolivarianismo se comienza a gestar a fines de los años 70, y recién en 1987, el movimiento se definió como un movimiento bolivariano revolucionario, pero sin afirmar o definirse como un movimiento de izquierda.... Sólo después del golpe de Estado de abril de 2002 en Venezuela, que el gobierno bolivariano se declara antiimperialista. Y no es sino en el Foro de Porto Alegre de enero de 2005, que el presidente Chávez declara ante el mundo, que el único camino para salir de la pobreza es el socialismo.

Hace unas semanas, cuando Chávez transmitía su programa de Radio dominical Aló Presidente, desde La Habana, en compañía de Fidel, y una treintena de revolucionarios de Cuba, Venezuela y otros países de América, no sólo se entregaba una señal al Imperio, sino que marcaba claramente el rumbo de esta revolución bolivariana, y al mismo tiempo, se entregaba una señal poderosa de unidad, y la potencia e impacto político que está teniendo y que, estoy seguro, va a alcanzar a lograr en el continente.

Sin duda que, a estas alturas, ya tenemos, los revolucionarios de América, la certidumbre de que este proceso es auténtico, radical, que recoge el legado histórico de miles de compatriotas luchadores de la libertad, que aspira a representar a las grandes mayorías, y que repone con fuerza un sueño bolivariano más vigente que nunca.

Desde esta perspectiva, puedo observar con claridad al líder Hugo Chávez, al proceso de integración latinoamericana que ha puesto en marcha, al potencial político e ideológico del proceso en marcha. A la profundidad y alcance que puede llegar a tener en Nuestra América y en Chile en particular.

Pero decíamos que el impacto no es sólo ideológico.

Los acuerdos que se están firmando entre diferentes países en torno al petróleo es una señal, nos hace pensar el comentario del senador francés Du Luart, de visita en Caracas hace unos días, quien señalaba cómo en Europa, la integración de sus países en torno al acero y el carbón había permitido impulsar un proceso que finalmente terminó en la Unión Europea que hoy conocemos. El impulso de Petrocaribe, los avances de PetroAndina y PetroSur, que finalmente debieran confluir en PetroAmérica, es un ejemplo de un proceso de unidad real de nuestras naciones, bajo un escenario que busca mantener los equilibrios, resolver las asimetrías y promover el desarrollo sustentable y solidario. Esa decidida e inteligente estrategia de integración no es sino una batalla que se está ganando al Imperio y sus planes de dominación.

El ALBA, como propuesta de integración de los Estados o Gobiernos, avanza a paso firme. Y todo parece indicar que el que no se sume, irá quedando cada vez más desamparado de esta comunidad latinoamericana de naciones.

Pero la integración no puede darse solo en la superestructura.

Nosotros sabemos hoy en día que la sociedad civil, el pueblo latinoamericano, debe desarrollar su propia integración.

El poder burocrático, el poder de las elites, de las oligarquías de izquierda han hecho tanto o más daño que las de derecha. Traicionan principios, confunden a la gente, y se enamoran de un poder que nunca debió separarse de las mayorías. La política de la representación debe ser ahora la política de la participación. La mediación que estableció la clase política entre el Estado y la sociedad civil ya no es plausible en un nuevo proyecto emancipador. Debemos mirar la lucha política ya no solo como la obsesión por la toma del poder... concibiendo un poder que está "en otro lado"... un poder que es "de otros...", sino más bien, una acción orientada a expresar la voluntad política de la gente. Un poder que está aquí y ahora. Nosotros tenemos poder. Nosotros, juntos, tenemos mucho poder. De ahí que sea necesario comenzar a mirar al otro como un aliado, a establecer relaciones horizontales sin mediaciones, donde la organización es social y su lucha es política. Desde esa perspectiva, no se requiere mediación sino que se requiere de instancias que articulen visiones e intereses de esas mismas organizaciones.

En una sociedad multiorganizacional, donde cada organización tiene opinión política, no podemos basar la unidad discutiendo formas de construcción, sería imposible ponerse de acuerdo. La unidad debe estar basada en principios, ideas fuerza que compartimos, y cada quién determinará la forma de su accionar. Cada quién determinará los frentes o ámbitos de su intervención, su escala de intervención. En una sociedad donde la diversidad es un valor, no existe una sola forma de hacer las cosas. Determinar las ideas fuerza, los puntos comunes, es una tarea central. El tiempo irá permitiendo profundizar los acuerdos y las visiones comunes, a la par de la profundización de las luchas.

En este contexto, se hace necesario definir la manera de enfrentar tres cuestiones básicas: la coordinación, la cooperación y el trabajo conjunto, en torno a temas como: antiimperialismo, democracia participativa, internacionalismo, soberanía, nueva economía, socialismo del siglo xxi, entre otros.

El ALBA, como propuesta de integración desde los pueblos es un proyecto en construcción. Se hace cada día. Nadie tiene la receta ni la formula mágica que define la manera de construir, de relacionarse y de hacer crecer este movimiento. El propio Chávez plantea que la puerta está abierta. Que somos nosotros los que debemos recorrer el camino. Que sólo debemos avanzar, con audacia, imaginación y perseverancia.

El ALBA en la perspectiva de los pueblos no es ni más ni menos que la apuesta por la unidad.

Es la apuesta por las alianzas horizontales estratégicas, entre múltiples organizaciones sociales y políticas a nivel local, regional y continental, organizaciones que miran juntas hacia una misma dirección, con autonomía y poder propio. Ningún espacio está vedado para los revolucionarios. Ni el electoral ni el militar.

Asimismo, no es posible seguir pensando en cada país como una isla. La dominación es continental, y nuestra lucha debe ser una resistencia continental, global. Los estados nacionales pierden cada vez más autonomía respecto de la economía y la política. Nuestras alianzas deben ser regionales y continentales. El internacionalismo nunca había tenido más vigencia que ahora.

Para esto, la unidad es condición de posibilidad en el proceso. Antes de ayer, Chávez decía en Brasil, "Soplen los vientos internos aquí o allá, o las tormentas. Que soplen, pues cada día estaremos más juntos, como los árboles, dando vida nueva a la América del Sur".

Compañeros: quiero decir, que desde esta perspectiva, se ve a la América Latina despertando. Las organizaciones comienzan a florecer. La gente se activa tras las propuestas. Y ya era hora, soy de una generación que no vino al mundo a ver como terminan las cosas, sino a ver como comienzan. Hay un sueño, que debemos hacer a mano y sin permiso. Pero debemos despertar a Chile, porque es necesario despertar para poder realizar un sueño. El sueño Bolivariano renacido.